jueves, 12 de febrero de 2009

Una Amiga (cuento)

Una amiga

Por Karla Ramírez, 18


Hace once años que la conocí, ya hace mucho tiempo de esto, pero aún recuerdo cuando mi papá me buscó y me dijo: “Vení que te muestro algo”. Yo era chica, en ese momento andaba entre los cinco y seis años. Sin embargo, el hecho de haber sido una niña no me prohíbe recordar ese día con mucha claridad. Todo lo contrario, que haya sido así hace que pueda rememorar las imágenes aún hoy, quizás porque en la infancia disfruté mucho de cada uno de esos momentos junto a ella o tal vez porque ella marcó gran parte de mi vida.
En fin, ese día fue clave. La vi en el primer instante en que entré. Ella estaba ahí junto con todas, en ese lugar que guarda tantos recuerdos de nosotras, ese lugar que nos vio crecer, que nos resguardó cuando estábamos mal, el que fue testigo de cómo nos fuimos conociendo, aunque no tardamos mucho en descubrir cómo era cada una de nosotras, ya que de forma casi inmediata entramos en contacto como si nos conociéramos de toda una vida. Cuando sólo hacía un minuto que nos vimos por primera vez, pero fue lo suficiente como para unirnos y
formar una sola cosa.
Al primer día lo siguió el segundo, al segundo el tercero y así. Ya eran casi todos los días los que nos encontrábamos en el mismo lugar, a veces, a la misma hora, si no era porque yo llegaba un rato antes para pasar más tiempo con ella.

Así pasaron las semanas, los meses, los años, siempre compartiendo momentos increíbles y otros no tanto. Como esos viajes inolvidables que tanto disfrutamos, o esas personas maravillosas que junto a ella he ido conociendo y que hoy son mis amigos. y ni hablar de las tantas anécdotas que vivimos todos juntos, todos aquellos que la conocen y quieren tanto. Pero, ¿cómo olvidarme de su asistencia perfecta? Sí, ella siempre está ahí, como una fiel amiga, una amiga que está para enseñarme, enseñarme a ser generosa, a compartirla con los demás a pesar de que me cueste mucho dejarla ir. Me enseñó pero sobre todo me ayudó a hacerme amigos y, lo más importante, a aceptarlos tal cual son y a quererla a ella tal como es. En fin, gracias a ella hoy soy lo que soy.

Sin embargo, no solo es una amiga por todo lo que me enseñó y ayudó, sino por todo lo que me bancó, porque –pobre-, más de una vez le ha tocado soportar un que otro insulto o cachetada de parte mía, pero ella tranquila como si nada, dejaba que me descargue, cuando ni siquiera tenía la culpa.
Muchas veces llegué a pensar que la perdía, que ella no soportaba más y me dejaba, y ahí reaccionaba y me daba cuenta de lo, que hacía. ¡Arrepentida me enojaba conmigo misma, pensando que no volvería a verla!. Sin embargo, una vez más ella volvía, para demostrarme que a pesar de todos los tropiezos que tenemos en la vida no hay que rendirse, si no que hay que levantarse y luchar el doble que antes, para lograr lo que uno quiere.

Todo esto hace que la valore aún más, pero si tengo que valorarla por algo, es porque nunca me abandonó, siempre me siguió a todos lados, a cada uno de los lugares, donde yo necesité de ella, de su
compañía y sobre todo de una amiga. Por todo esto y mucho más, le voy a estar eternamente agradecida.
Solo espero que a lo largo del tiempo ella siga ahí dispuesta a todo, en el mismo lugar de siempre, junto a todas, en el canasto de las pelotas.

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