jueves, 12 de febrero de 2009

Inflación Cerebral


Por Diego González Prieto, 19

Algo parece estar creciendo de entre las cenizas del infame INDEC. Es grande, mide como un 30%, y nos está inflando la cabeza a todos.
Sí, seguramente cuando se mencionó al INDEC ya quedaba muy claro que estábamos hablando de la inflación. Y lo queramos o no, hoy los jóvenes la sufrimos como todo el mundo. Miles de ejemplos pueden ilustrar esta inevitable verdad, desde el aumento del transporte público (que exige monedas infinitas, pero las retiene), hasta el chicle sabor banana que nadie compra, pero que igual pasó de valer diez a por lo menos veinticinco centavos.
Puedo pecar de exagerado, pero a mí, la inflación me está complicando la vida. Si trabajo o recibo una mensualidad de mis papás, es muy probable que con el tiempo no me alcance para nada. Esto se ve en el valor real del dinero, es decir lo que te habilita a comprar en la realidad, que va bajando a medida que los precios crecen. La otra cara es el valor nominal, que es la cantidad (por ejemplo 1.500 pesos) pero no siempre se corresponde con lo que se puede comprar (que si seguimos así van a ser un paraguas o dos corbatas).
Tampoco es cuestión de huir despavoridos. No, todavía hay esperanza para nuestra economía, solo alcanza con imaginar lo que fue la hiperinflación (si tiene hiper, es porque fue grande en serio), en la época en que se pagaba con millones (de australes) como si fuesen un vuelto.
Por el contrario, lo que hay que tener es conciencia (que nunca viene mal) de lo que está pasando económicamente en nuestro país, especialmente ahora que los diarios nos dicen que se cae el mundo (léase crisis de las hipotecas de Estados Unidos).
Por lo pronto, lo que podemos hacer es tener en cuenta nuestras economías familiares (aunque implique sacrificar uno de los treinta chicles de banana que consumimos por semana), y aprender a valorar nuestros pesos como se lo merecen, teniendo en cuenta que cada vez necesitamos unos centavitos más para tomarnos el tren, colectivo, helado de dulce de leche granizado que tanto nos gusta.
Y no se preocupen por la inflación cerebral, mientras que se lo tomen con calma, dicen que no es peligroso.

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